…Y llega un día sobre lo que crees que es la mitad de tu vida, en la que de repente te das cuenta que aún eres una niña.
Cuando eras pequeña, tus padres te protegían, cuidaban de tí y te decían qué hacer y qué no, así que tenías claros tus límites.
Y cuando te hiciste mayor, te enamoraste, y fuiste a vivir en pareja. Esta persona escogida, desde el amor al igual que tus padres, te cuidó y protegió. Mientras tanto, tú ibas creciendo, pero también tenías claros tus límites. El entorno y la propia cultura se encargan de recordártelo.
Pero a la mitad de tu vida, te das cuenta de que ya has crecido, y que eres una mujer adulta que puede tomar sus propias decisiones, pese a que el entorno te sigue tratando como a una niña.
Esto es algo muy sutil, es decir, hay unas normas “no escritas”. Sientes que cada vez que quieres tomar una decisión que a ti te parece importante, poco menos que “tienes que pedir permiso”. Es como te sientes, porque de cara hacia fuera, eres una mujer libre, y se encargan de repetírtelo…pero si eres libre… ¿Por qué te sientes pidiendo permiso para hacer algo? ¿No deberías decidir hacerlo y ya está? ¿No deberías sentirte feliz por tu crecimiento en vez de sentirte culpable, oyendo cosas como “es que no eres la misma” o “ya no eres como antes”?
Y entonces ves que has llegado a adulta. Y que todo lo que antes te servía ahora ya no. Porque quieres decidir por ti misma, porque ya no te sirven esos límites que antes te hacían sentir segura. Ahora sólo quieres atravesarlos, y demostrarte que tú misma puedes cuidarte, que decides y cuidas del que es “tu reino”, que al fin y al cabo es tu vida.
Pero cuando llega ése momento, las personas de tu alrededor se echan las manos a la cabeza, porque “estás loca”, “si así ya estabas bien”… Otra vez los juicios, los malditos juicios…qué manía tenemos los humanos de enjuiciarnos unos a otros y decirnos aquello de “deberías de…”, “tendrías que…”
Y así es como la sociedad, y nuestra herencia cultural y el patriarcado, nos ha dejado a muchas mujeres en el infantilismo…ellos lo han llamado “amor” o “protección”. Tal como yo lo veo hoy en día, eso es “cortar las alas”. Sería mucho mejor “acompañar” o, si no se puede por la otra parte, al menos “comprender”.
Y por supuesto no se trata de echar culpas, sólo faltaría…simplemente es el relato de una situación que se podría dar hoy en día en la vida de cualquier mujer, que le podría romper los esquemas, algo siempre doloroso, pero con lo que se crece.
Y quizá otras tantas mujeres han vivido así por siempre, quizá sin haberse dado cuenta, quizá lo hicieron pero no supieron qué hacer con ello…otras ya dieron el paso, y puede que tuvieran que cortar de raíz, porque nada de su alrededor les servía ya, y ésa fue la manera en que supieron/pudieron hacerlo.
Por eso para los demás es tan difícil empatizar: porque no pueden entender el sentimiento de aún ser una niña que tiene ésa mujer dentro y que quiere crecer, y se preguntan ¿para qué?, si así ya está bien, está protegida, está segura… Puede que sí, pero encerrada en su cárcel de oro.
Hola Yolanda, soy jowi. Éste artículo me ayudó a ver con mas claridad porque estoy atravesando por una situación muy similar de cambios radicales de pensamiento y no estaba muy segura del porqué. Ahora que encontré un punto de partida voy a continuar en la búsqueda de de mi propio reino.
Hola Jowi, me alegra mucho si mi reflexión te ha ayudado, y te deseo suerte en tu búsqueda. Un abrazo.
Hola Yolanda.
Leyendo esta reflexión me ha ayudado a entender a mi hija, esa niña que quiere ser una mujer empoderada y yo no entendía desde mi punto de vista maternal protectora. También me ha recordado que yo debo salir de mi zona de confort i mostrarme tal como soy sin prejuicios y sin dar tanta importancia a los comentarios de ésta falsa normalidad que al fin y al cabo todas percibimos, unas no extresamos y otras la asumen. Yo, después de tocar hondo y visitar la oscuridad, resurjo con ganas de encontrar esa mujer más amable consigo misma que seguro llevó dentro. Esta reflexión me lleva a pensar que me olvidé de mí y quise vivir de una forma normativa impuesta por unos los valores sociales patriarcales que me daban el confort de no pensar para no tener que decidir y la, quería imponer como modelo de vida sana llevándome a una ruptura emocional y de convicciones con mi hija, ¡qué gran lección he recibido de ella! .
Gracias.
Cuánto me alegro, Isabel! A veces proyectamos en nuestros hij@s conflictos con nosotr@s mismos, y darse cuenta de esto es un gran paso! Enhorabuena